Harima
Kenji
Harima está enamorado de Tenma
Harima tiende a cautivar a quien lo trata a fondo
¿Cómo
había terminado así? ¿Cómo es que después de ver a Tenma comiendo feliz mente a
solas con Nobunaga había terminado en casa de una extraña?
Ella
estaba tomando un baño y me había pedido que me pusiera cómodo, ¿Cómo podía
hacer semejante cosa? Era un bonito lugar: la habitación estaba pintada de
blanco con flores rosas y el ambiente era fresco, había una televisión y una
mesita. No había otras habitaciones más que el baño y la cocina dignamente
equipados, ¿así que ahora viviría ahí?
Me
quité los lentes oscuros e intenté peinarme, pero por el clima lluvioso me era
imposible tenerlo relamido y estaba alborotado.
Frente
a mí, en la mesita estaba el sobre amarillo, que dentro resguardaba la razón de
mi depresión: la novela en la que escribí todo lo que sentía por Tenma.
-no
seas cohibido, por favor Harimin. –dijo mi compañera de cuarto, que estaba
secándose el cabello con una toalla blanca, era una mujer era muy linda. –siéntete
como en casa, vivirás aquí un tiempo, ¿no?
-supongo…
gracias Kari.
-no
te fijes, ¿quieres beber y hablar para sacar las penas?
Aunque
se notaba que era mayor que yo; su aura juvenil e inocente cubría mi vista, sus
ojos castaños expresaban preocupación sincera, se acercó a mí y me tomó de la
mano.
-acércate
a la mesa, traeré unas cervezas.
-si
-entonces,
Harimin… ¿Qué significa esto? –preguntó con cortesía señalando el sobre
amarillo.
-¿eso?
Bueno… eso es ¡solo basura! –tomé el sobre con ambas manos y lo lance al bote
de basura.
-¡Harimin!
¡Lo siento! ¡Cálmate por favor!
-lo
siento Kari… sabes… solo quería que ella lo viera en alguna librería y pensara
“que perdedor” con eso habría sido el hombre más feliz del mundo…
-¿pero?
-a
ella le gusta otro chico, un enano que la ignora como si fuera un perro.
-eso
no significa que sea el final.
-¿lo
crees?
-sabes…
a mí también me acaban de abandonar: mi ex novio se fue con otra hace un mes,
por cierto: puedes usar su ropa mientras vivas aquí.
-gracias,
¿Por qué terminaron?
-amor…
supongo que repentinamente dejó de sentir algo por mi y se fue.
-ya
veo, se acabó el amor.
-eso
significa que no era amor… Harimin. Si tu olvidas a una persona, así pasen mil
años no es amor. Pues el amor verdadero es eterno.
-¿tu
lo amabas verdaderamente?
-las
ventaja es que el amor puede renacer… como justo ahora, -ella se arrodilló y
fue acercándose a mi lentamente, permitiéndome ver su muy desarrollado y
excelente cuerpo. –frente de ti, en este momento está renaciendo.
No
supe cómo responder y me di media vuelta, ella al parecer se sintió mal por
ello.
-pero
que tonterías he dicho, no me escuches Harimin… me voy a la cama, buenas
noches.
Ella
subió a su cama y me dio la espalda, me recosté en la cobija que había en el
suelo para mí.
-perdona
Kari, es solo que no sé ni quién soy.
-no
te preocupes, ¿a qué hora vuelves mañana?
-a
las 4, quisiera comprarte algo de agradecimiento.
-no
hace falta Harimin.
-igual
lo hare, buenas noches.
El
sol me obligó a abrir los ojos, aun era temprano para ir a la escuela, pues ese
día entrabamos a las 12 y salíamos a las 2, así que decidí limpiar un poco.
Cuando
pasé a limpiar la cocina había una notita pegada en el refrigerador, decía:
“Harimin, leí tu novela y me encantó, nunca dejes
de escribir por favor. Te dejo 1000 yenes para que gastes. Te espero para
comer”
Esta
chica valía oro para mí, me salvó de no querer volver a lo mismo de siempre, me
salvo de caer en la desesperación por no poder tener a Tenma… además de que me
dio nuevas esperanzas, con esos pensamientos positivos me fui a la escuela.
Durante
el periodo de clases no hubo nada fuera de lo común, a pesar de mi ausencia mi
lugar seguía perteneciéndome así que pude ver tranquilamente a Tenma durante
las pocas horas de clase, a la hora del almuerzo Yuuto me invitó a reunirme con
ellos de nuevo y me sentí agradecido. Seguían reuniéndose en la azotea,
exceptuando a Tenma y a Nobunaga que ahora acostumbraban comer juntos. Me
invitaron a salir con ellos después de la escuela pero antes de eso me enteré
que Tenma llevaría a Nobunaga a comer. Mi sangre hirvió por mis venas y me
negué a acompañar a mis nuevos amigos, tenía que saber lo que tenían esos dos.
Esperé
pacientemente en la entrada de la escuela por Tenma y Nobunaga, cuando salieron
me fui despistadamente detrás de ellos, Tenma estaba muy nerviosa y no decía
nada, Nobunaga le era indiferente y solo caminaba sin mirar en ninguna
dirección.
-oye,
Nobunaga... ¿te gusta mucho el estofado verdad?
-sí.
Hubo
otros 5 minutos de silencio, Tenma parecía intranquila; como buscando
urgentemente un tema de que hablar con él.
-oye,
¿te estoy aburriendo?
-no.
Las
conversaciones de Nobunaga con Tenma eran tan secas que cualquier chica común
le hubiera dicho que se fuera a pelar rábanos, pero Tenma estaba tan cegada con
el que el solo estar a su lado le bastaba. Algo bastante parecido a lo que yo
sentía por ella.
-Mira,
¡Nobunaga! ¡Un adivino!
En
medio de la calle había un anciano con una bola de cristal y una mirada
perdida.
-¿quieres
que lo intentemos, Nobunaga?
-si…
Se
acercaron a con el anciano y le pagaron lo indicado. Seguido el anciano comenzó
a hablar.
-ustedes
tienen una relación con futuro, pero el chico tiene otro gran amor.
-¿Qué?
¿Otro amor? –Tenma se mostro mortificada. -¿eso me hace a mí un amor suyo?
-No
he dicho eso. –dijo el anciano. –solo he dicho que pueden tener futuro si él te
elige por sobre su verdadero amor actual.
-¿sabes
a que amor se refiere el, Nobunaga?
-Si
-Y…
¿me quieres más que a ella?
-No
-ya
veo. –Tenma intentaba no dar a mostrar su decepción. –y sí, yo tuviera una
dotación de estofado para toda la vida y ella no, ¿me elegirías a mi?
Nobunaga
se quedó en silencio mirando en otra dirección, pensando su respuesta.
-N…N…
¡Nobunaga no puede elegir entre mi alianza de estofado y yo! ¡Ya no puedo más,
discúlpame!
Tenma
rompió en llanto y se fue corriendo en mi dirección, apenas tuve tiempo de
lanzarme a unos botes de basura para que no se diera cuenta de mi presencia.
-Deberías
ir tras ella, jovencito. –le dijo el anciano a Nobunaga. –creo que se ha
ofendido.
La
mirada de Nobunaga era de indiferencia, -Maldito enano. –Pensé. No pude más y salí
de mi escondite para encararlo, Nobunaga se estremeció al verme salir de entre
la basura; me importó un bledo y me acerqué a él para golpearlo, mi sorpresa
fue que el enano hábilmente esquivó mi golpe.
-¡Idiota!
–le grité. -¡cómo te atreves a hacerle daño a una chica tan linda!
Le
lancé una patada con el mismo resultado, con un salto se quitó de mi área
letal.
-Ve
tras ella, Harima.
-¿Qué?
-Por
desgracia he dejado desprevenido a mi otro amor, mi amado anime. Ve tras ella y
consuélala un poco, yo tengo que ir a comprar unas cuantas revistas.
El
corrió en dirección opuesta a Tenma y me quedé extrañado y confundido.
-Ve
tras ella, ¡tonto! ¿No ves que iba llorando? –Me regañó el anciano.
-¡Es
verdad! –grité; corrí tras Tenma como alma que lleva el diablo.
Tenma
había corrido en dirección a la escuela así que rápidamente estuve cerca de
alcanzarla: ella estaba del otro lado de la calle, bajando el puente peatonal.
Corrí
con astucia entre las escaleras del puente peatonal y lo crucé como un rayo,
sin embargo cuando iba bajando me tropecé con mis pies y caí a la mitad de las
escaleras: di más o menos 5 vueltas y caí con la espalda. Mi cuerpo me dolía de
pies a cabeza y no podía levantarme, a duras penas pude ponerme de rodillas. Mi
gran oportunidad de confesarle a Tenma mis sentimientos se alejaba y yo ni
siquiera podía levantar la mirada.
Una
sombra con forma de cabeza cubrió el sol en mi frente, levante la mirada y pude
ver una chica con el uniforme de la escuela ofreciéndome la mano, era la
silueta de Tenma; le tomé la mano y le dije con la mayor dulzura que mi
situación me permitía:
-Te
amo… Estoy perdidamente enamorado de ti desde el primer momento en que te vi.
-Por
fin lo dije. –Pensé, victorioso; ahora si podía morir en paz. Abrí mis ojos con
interés de ver la reacción de Tenma y mi sorpresa fue mayor aun.
Elizabeth
estaba frente a mí, con los ojos muy abiertos, me había confesado a la persona equivocada.
-¿ahora qué hago? –Me preguntaba a mí mismo, ¿Qué se hace en estas situaciones
tan incomodas?
-N…N…No
sé qué decirte, Harima… vaya… es muy repentino… pues…
Elizabeth
estaba abochornada: su rostro estaba rojo y había desviado la mirada.
-¡Harimin!
¿Pero que te ha pasado mi amor?
Kari
llego por detrás de Elizabeth y con un ligero empujón separó nuestras manos y
me ayudó a levantarme pasando mi brazo por su cuello.
-vámonos
a casa mi amor, te prepararé un delicioso estofado.
Yo
estaba estático, congelado, en shock. No pude articular ninguna palabra para
Elizabeth que me miraba extrañada.
-¡oye,
Bigotes! –gritó Elizabeth cuando Kari empezaba a darme la vuelta para llevarme
a su casa.
-¿Bigotes?
¿Me hablas a mí? Elizab…
No
pude completar mi pregunta: recibí una bofetada de la rubia que tenía una cara
llena de ira.
-…Y
me dijiste que te gustaba el curry, eres de lo peor. –gruñó dándose la vuelta y
alejándose con gracia.
-Vaya,
Harimin ¿qué le hiciste a esa chica?
-Me
duele todo Kari, creo que voy a morir.
Cuando
desperté estaba en la cama de Kari, con vendas en los brazos y en las piernas.
Ella estaba atendiéndome mis heridas de la cara.
-Harimin
está muy inflamado, ¿Por qué estaba tan enojada?
-No
estoy muy seguro. –dije con naturalidad. –pero es del “tipo princesa” ¿sabes?
Es una chica rica que tiene todos los lujos. Así que probablemente simplemente
odie a las personas como yo, pero gracias a ella finalmente he abierto los
ojos.
-¿Eh?
-Mañana
le confesare mis sentimientos a la chica que amo. Y si me rechaza dejaré la
escuela.
-Harimin…
-Kari puso un rostro de preocupación. –tiene que haber otro camino, no dejes la
escuela.
-No
te preocupes, solo voy a la escuela por ella de cualquier forma, ahora ya no
tiene caso.
-Ya
veo, eso significa que también vas a dejarme a mí, si no te importa. –se acercó
a mi brazo. –solo un poco mas… quiero tenerte aquí un poco más.
Kari
hasta el momento me había tratado como un rey, incluso estaba curando mis
heridas a pesar de tener tan poco conociéndonos; separarme de ella me dolía
mucho.
-G…
Gracias por haber cuidado de mí.
Ella
suspiró. –era muy feliz al venir a casa y tener quien me recibiera.
-Gracias
por estos días tan divertidos, Kari… también por tus consejos y apoyo.
-Sigue
escribiendo, ¿sí?
-Claro.
Tomé
dos hojas en blanco y en una escribí mi renuncia, en otra escribí una carta
para Tenma pidiéndole que se reuniera conmigo en el gimnasio a la hora de la
salida. Así me sentí listo para el día siguiente en la escuela. Mi última noche
en casa de Kari fue tranquila y cálida. Dormí como no lo había hecho en mucho
tiempo.
La
mañana era joven y yo también lo era, el destino se burlaba de mi una y otra vez
impidiéndome confesar mis sentimientos a Tenma Muguki así que estaba decidido
que arriesgaría toda mi vida escolar en este último intento.
En
ambos bolsillos de mi pantalón llevaba las cartas: una carta de confesión de
amor para dejar en el casillero de Tenma, y una carta de renuncia a la escuela
en caso de una negativa. Limpié mis gafas y me acomodé el peinado para verme
apuesto en el momento cumbre de mi vida amorosa: mi confesión suicida.
Corrí
por entre los casilleros y deje la carta con rapidez en el casillero de Tenma,
después me fui al gimnasio donde le pedí que nos reuniéramos, no tenía ni
fuerzas ni ánimos para ir a clases ese día tan crítico.
En
el gimnasio no había nadie por ser entresemana, así que me recosté en las
gradas de las canchas de baloncesto e intenté tomar una siesta, imposible para
la intranquilidad en que me veía asediado, así que me limite a recordar cómo era
mi vida hasta que Tenma entró en ella.
Yo era miembro de una banda
en Tokio, llamada dragones azules que se dedicaba a proteger la zona este de la
ciudad y a robar vehículos de la zona oeste, la zona de los sushi – sushi,
banda rival que cuando observaba a uno de los nuestros en su zona
inmediatamente disparaban sin preguntar.
-Harima, ¿vez a ese lindo
bebe? –preguntó el viejo John señalando a una motocicleta Harvey Davidson azul
zafiro estacionada frente a un bar en las afueras de la zona oeste.
-Es hermosa. –admití con una
sonrisa. – ¿es la motocicleta de Marón, no?
Marón era el jefe de los
sushi - sushi, un gigantesco calvo que con un golpe podía destrozar un árbol.
-Sí, ese malnacido la robó
de una familia rica de nuestra zona… ¿te gustaría poder viajar en ella Harima?
-¿Quieres esa motocicleta
para ti jefe?
-No… idiota… tú no tienes
motocicleta y eres de los nuestros, creo que ese bebe merece ser tuyo. Como
regalo de cumpleaños.
-Jefe…
-Anda, no seas tímido.
¿Aceptas?
-Como decir que no. –admití,
esa motocicleta era hermosa.
-entonces está decidido,
entraremos ahí y le arrebataremos las llaves para que esa preciosura se venga
con nosotros; llama algunos muchachos.
Esperamos en esa estación
telefónica durante unos 20 minutos hasta que llegaron 10 camaradas y cruzamos
la terracería para entrar al bar de mala muerte.
Había al menos 20 sushi –
sushi bebiendo en la barra o jugando en las mesas de billar, era su lugar
favorito de reunión. Entre los bebedores resaltaba el gigantesco Marón, su
calva brillaba ante las lámparas de noche que colgaban del lugar.
-¡dame otra, David! –gritaba
el gigante al cantinero. –hoy estamos felices.
-maldito bastardo. –dijo el
viejo John apretando sus puños. –seguro esta festejando el asesinato de
nuestros hermanos.
-entonces, ¿Qué hacemos
aquí, jefe? –preguntó uno de nuestros camaradas. – ¿vamos a dispararles o algo
así?
-pues, Harima viene a
golpear a Marón; nosotros venimos a evitar que interfieran.
-¡¿Qué?! –exclamé,
sorprendido.
-bueno, ¿esperabas que
simplemente robáramos la motocicleta? No es nuestro estilo, gánasela
limpiamente y serás aceptado como mi sucesor en unos años, muchacho.
-vaya, Harima el viejo te
está dando una gran oportunidad… esa motocicleta no solo vale cientos de miles
de dólares por ser una clásica en estado optimo, si no que será el trofeo que
te probara como su sucesor en unos años más, que envidia.
En esos días mis prioridades
no eran las mismas, para mí los dragones azules eran mi familia y me daban la
confianza de poder patearle el trasero al enemigo más odiado, acepté en
silencio caminando directo al gigantón.
-hey, gordo idiota. –grité
con aspereza. –vengo a saldar cuentas contigo de una vez, por lo que le hiciste
a mi hermano.
Los que estaban jugando
Billar no se inmutaron, como si no se hubieran dado cuenta de mi presencia;
pero los de la barra voltearon a verme de forma hostil.
-eres Harima Kenji, ¿verdad?
El niño consentido del idiota de John. –dijo con indiferencia Marón.
-no te metas con John.
–grité acercándome más a él.
-hey, imbécil mejor vete de
aquí. –dijo uno de los de la barra.
-espera, espera.
–interrumpió Marón. –creo que el mocoso quiere probarse contra mí.
-no soy un mocoso, pero así
es.
-tienes 16, eres un niño. No
interrumpan amigos; esto será rápido solo conmigo. Hay que hacerle entender que
esto no es un juego de mocosos que se creen buenos solo porque han ganado a sus
amigos en la escuela.
Marón se levanto, era un
calvo con una barba canosa que media más o menos 2 metros y pesaba unos 150
kilogramos, sus brazos eran como los de un gorila y de solo mirarlo a los ojos
intimidaba, pero yo no me iba a echar para atrás.
-seré algo viejo, pero
todavía no nace el bastardo que pueda conmigo. –alardeó antes de soltar un
rápido puñetazo dirigido a mi nariz, me lancé hacia atrás para esquivarlo.
Seguido de eso me lanzó otro
golpe ahora apuntando a mi pecho, me lo quité con el codo y golpeé su cara con
mi frente, haciéndolo retroceder; no tardó mucho en reaccionar y me lanzó una
patada que dio en el blanco: directo al pecho, con tal fuerza que me tiró al
suelo.
-¿vez? Tienes 16 años, vete
a casa por favor.
Solo había algo que me
enfadaba más que el hecho de que ellos mataran a mi hermano: que me
menospreciaran por mi edad. Me levanté y lancé una patada a su estomago,
retrocedió una vez más; dándome oportunidad de dedicarle unos cuantos golpes
con puños en los riñones seguidos de un jab al rostro.
El anciano cayó al suelo,
busqué entre sus bolsillos las llaves de la motocicleta y Salí caminando,
sorprendido de que sus subordinados no intentaran detenerme.
-espero que sepas lo que has
ganado llevándote el trofeo, este mundo no debe de ser para ti.
El viejo hablaba mientras se
levantaba a trompicones, le ignoré y Salí del bar para encontrarme con mis
amigos.
-¡estoy orgulloso de ti!
–dijo uno.
-¡le enseñaste a ese idiota
lo que los dragones podemos hacer! –dijo otro
-¡ahora sube a ese bebe y
vámonos a casa! –dijo el viejo John
La Harley Davidson 1980 azul
zafiro siempre fue mi modelo favorito de motocicletas, el tener una parecía un
sueño. Pues ni los más afortunados y millonarios coleccionistas podían darse el
lujo de encontrar tan raro tesoro: solo se habían fabricado 10 en todo el
mundo. Subí en ella y Salí a toda velocidad para reunirme con todos en la
estación, donde seguramente me esperaba una fiesta con cerveza y pizza por mi
asenso futuro como líder.
-Vaya que es hermosa… creo
que si quieres cambiarla por mi vieja motocicleta aceptaré, Harima. –dijo el
Viejo John
-Ni de broma, la cuidaré
para toda la vida.
Mi fiesta de triunfo había
terminado, eran las 5 de la mañana y solo quedábamos el Viejo John, Miko y yo. Estábamos
fuera de mi casa apreciando la nueva adquisición.
-eso espero, es tu trofeo y
debes cuidarla como tal, ¿lo prometes?
-¡claro!
-tu hermano estaría
orgulloso. –dijo Miko.
-así es. –asintió el viejo.
Hubo un silencio sepulcral,
hablar de mi hermano no era algo para lo que yo estuviera listo. Había pasado
hace tan solo un mes y era algo que me hacia querer huir de esa maldita ciudad
donde solo tenía problemas.
El silencio fue sepultado:
el ruido de un automóvil acercándose a toda velocidad nos alerto a los 3, el
viejo se paró frente a Miko y a mí y esperó la llegada de la camioneta purpura.
-hey, bastardo. El jefe nos
prohibió que te hiciéramos algo pero ahí le va un regalito a tu jefe. –gritó
uno de los que estaban dentro de la camioneta.
Los disparos comenzaron tan
rápido como se terminaron y la camioneta avanzó a toda velocidad, cuando dieron
vuelta en la esquina el Viejo John apenas estaba cayendo al suelo.
-¡Viejo! ¡Viejo!
Se había ido, había recibido
7 disparos en el pecho y su mirada amable pero autoritaria se había escondido
tras sus parpados ya sin fuerza.
-¡no! –gritó Miko. –esto no
va bien, cuando se enteren que el viejo se fue las calles se irán del lado de
Sushi – Sushi.
-Rápido, ¡Harima! Ve a
buscar a todos los que puedas reunir, esta noche se acaba todo. Iremos al oeste
a matar a balas frías.
-S… ¡Sí! –subí en la
motocicleta, no sin antes mirar al viejo y arranqué por las viejas calles de
Tokio. Recordé lo que Marón me había dicho esa misma noche “este mundo no debe
ser para ti” también recordé a mi hermano, incinerado sin piedad por esos
idiotas, recordé a otros tantos amigos y a otros tantos conocidos que habían
tenido finales parecidos. Tal vez este mundo no era para mí. Extrañamente
permití que la motocicleta me llevara al lugar más correcto.
Así
termine viviendo con mi prima Midori, en la ciudad donde ahora estaba esperando
a la chica que amaba para confesarle mi amor. Muchas cosas habían cambiado.
-esto…
disculpe, joven… ¿ha visto una bolsita purpura con dinero dentro?
Una
chica muy linda, delgada de cabello negro con ojos oscuros penetrantes me
miraba esperanzada.
-no,
lo siento… ¿la dejaste aquí?
-esto…
así es joven, pero no la encuentro. Y como usted tiene rato pensando aquí creí
que pudo haberla visto.
-¿Cuánto
dinero tenia?
-esto…
solo el dinero para comprar bebidas en la escuela para mi hermana y para mí.
-me
caes bien, chica… toma 1000 yenes, se supone que debo comer con ellos pero no
tendré hambre en todo el día, estoy seguro.
Bajé
de las gradas y me reuní a su lado, ella se miraba muy tímida y algo insegura.
Pensó mucho antes de retomar la conversación.
-no
sé si sea correcto, joven.
-no
te fijes da igual.
-se
lo pagaré.
-no
hace falta… hay que ayudarnos en las necesidades. ¿No?
-esto…
si, gracias. –hizo una reverencia y se alejó casi corriendo del lugar.
-pero
que gente más extraña viene a esta escuela. –pensé. -4 ojos galanes, enanos
otakus, princesas ricachonas, ricachonas inocentes, pelirrojas descaradas, y
ahora flacas tímidas.
-Harima…
-Dijo una voz a mis espaldas que recién había ingresado al gimnasio. –leí tu
carta.
Me
di la vuelta con ligereza y pude ver sus colitas como antenas tambalearse al
caminar.
¿Así
que había llegado la hora? ¿Qué pasaría conmigo? Seguramente ella diría que no
pensaba en mí como más que un simple compañero o se burlaría de mis
sentimientos. Esperé con paciencia a que se pusiera a mi altura, puso su mano
en mi hombro y me dijo con alegría:
-no
sé qué demonios hacia tu carta de renuncia a la escuela en mi casillero, pero
¡ten!
Mi
cuerpo perdió fuerza, ¡era un idiota! ¡Había echado a perder mi oportunidad más
grande! ¡Había confundido mi carta de amor con la de renuncia!
Caí
de rodillas y me puse las manos en la cabeza, lamentándome.
-oye…
Harima. –dijo Tenma.
-¿eh?
-No
quiero que terminé así… ¡ven a la escuela!
-s…
si.
Llegué
a casa de Midori, abrí la cochera y ahí estaba: un azul zafiro cual piedra
preciosa resaltado por el plateado de sus piezas motoras. En sus bolsas de
cuero a los lados se podía apreciar con letras estilizadas “Harima Kenji”
-oye…
Marón… gracias por ayudarme a entender
que ese no era mi lugar. –dije a la motocicleta para después entrar a la casa
para hablar con Midori sobre mi ausencia repentina. Ella estaba viendo
televisión y comiendo chicharrones.
-hey,
Midori… han pasado muchas cosas… jejeje… pero ya estoy de vuelta… jejeje.
-¿Quién…
demonios eres tú? –dijo con asperidad; Para volver a prestar atención a su
programa.
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